¿Qué hago con el dolor emocional?

¿Qué hago con el dolor emocional?

Cuando perdemos un empleo, cambiamos de lugar de residencia, perdemos a nuestros seres queridos, por muerte o porque se van lejos, así como todas aquellas situaciones en donde nos desprendemos, experimentamos un proceso de sanación al que llamamos “duelo”; se trata de vivir un tiempo con enojo, tristeza, con la necesidad de volver a la situación anterior a la pérdida. Es un proceso en donde las emociones nos llevan a una baja o aumento de energía; la finalidad es llevarnos a la reflexión o a la acción, para estar mejor.

Pero es un proceso incómodo, casi todas las personas intentan saltarse el proceso a través de distractores, actitudes positivas fingidas, tener una nueva relación antes de terminar o inmediatamente después. No nos gusta sentir el dolor emocional, la angustia, la falta de aire, el cuerpo adolorido, el exceso de sueño, las ganas de salir corriendo, el insomnio, la falta o el exceso de hambre, los momentos de llanto, las ganas de romperlo todo, etc.

Por esa razón, dedicamos este texto a quienes cursan por estos procesos. Aunque también podemos experimentar este dolor de manera crónica, es decir, quizá no hemos tenido pérdidas recientes, puede ser, incluso, que ubiquemos que nunca habíamos estado tan bien en el cumplimiento de metas, pero nos sentimos mal. El dolor emocional aparece también de esta forma y requiere de un tratamiento psicológico y psiquiátrico.

También experimentamos tristeza y congoja cuando somos ofendidos, humillados, cuando enfrentamos una injusticia. A veces puede ser motivado por violencia dentro de las relaciones que sostenemos.

El dolor es un estado generalmente transitorio; esta característica nos hace ubicar la primera estrategia que consiste en recordar dicha temporalidad, aceptar las emociones como parte de nuestro momento de vida, no luchar con los pensamientos que llegan, sino dejarlos permanecer hasta que se esfumen por sí solos.

La segunda estrategia, la ubicamos en el reconocimiento de lo que origina las emociones, poder nombrar lo que nos está ocurriendo, darle sentido a lo que estamos sintiendo. Después de reconocer de dónde viene, ubicar si podemos hacer algo para reconocer si estamos omitiendo una acción, o podemos emprender un cambio para mejorar lo que ocurre, incluso, podemos reconocer que, quizá, no se puede hacer nada, pero poco a poco, habremos asumido la pérdida.

Otra estrategia es reconocer quiénes son las personas que pueden apoyarnos, o si necesitamos el apoyo telefónico de un psicólogo o algún otro tipo de atención profesional. Las redes de apoyo son ese grupo de amigos, familiares o conocidos con quienes nos vinculamos, que pueden, a veces, escucharnos o facilitarnos algo. Por ejemplo, aquellas personas que nos regalan una galleta en nuestro trabajo, o las amistades con quienes tomamos un café. Cultivar las redes de apoyo promueve que podamos llevar mejor las situaciones que enfrentamos.

Si en ese dolor emocional se involucran adicciones, los riesgos aumentan. Es importante no consumir alcohol, tabaco o drogas cuando reconocemos que nos sentimos mal. Si consideras que está aumentando tu consumo consulta con tu médico.

También es importante ubicar, que es frecuente enfrentarnos a pensamientos relacionados con desear estar muerto, no existir, para no experimentar el dolor. Cuando dichos pensamientos empiezan a acompañarse de planes elaborados, es cuando es importante no subestimarlos y consultar con un especialista.

Las emociones como la tristeza, impotencia y el enojo son las principales que se experimentan como dolor emocional. Existe el dicho popular de que son malas consejeras, porque nos llevan a pensamientos que pueden terminar en malas decisiones. Hay personas que, cuando posponen la reacción, se tranquilizan y pueden realizar acciones que vayan acordes a sus metas, pero otras mencionan que las emociones los mueven y que no son dueños de sus acciones. También hay quienes experimentan emociones que se refrescan, y toman fuerza por horas o días, porque se alimentan de creencias que reafirman el rechazo, tristeza o enojo ante la situación.

Cada uno necesita hacer algo diferente; a veces lo descubrimos hasta que hemos cometido errores. Las acciones que más nos estructuran pueden ser de ayuda, como una forma de prepararnos para futuras eventualidades. Algunos ejemplos: salir a caminar, escribir cómo nos sentimos o dirigir una carta que no vamos a entregar, gritar en una almohada, hablar con una amistad que te apoye, darte un baño con agua tibia, etc.