¿Mi mascota es agresiva?

¿Mi mascota es agresiva?

El término agresividad es muy utilizado para designar la tendencia que tiene una mascota a reaccionar de manera hostil ante un estímulo, que puede provenir de parte de otro animal o persona. Es común considerar que este tipo de acciones son rasgos del comportamiento del espécimen en general o que, inclusive, son indicios de un problema conductual.

Los problemas conductuales son acciones que los animales realizan a raíz de un detonante, los cuales escalonan en intensidad y frecuencia, al punto de comprometer la integridad de la mascota o, inclusive, de los miembros familiares. La agresividad normalmente es abordada desde el punto de vista conductual y muchas veces esta área es confundida con el entrenamiento, por lo que los propietarios tienden a enfocar su energía en encontrar a un profesional que pueda eliminar estas conductas mediante técnicas de condicionamiento.

No obstante, el entrenamiento se ve limitado cuando se enfrenta a un problema conductual, el cual debe ser abordado por un veterinario especialista en etología. Esto se refiere a un profesional capacitado en el estudio de la conducta de los animales y sus causas. A pesar de ello, es necesario que su labor se realice a la par de la medicina, debido a que una agresión o acción agresiva, puede implicar algo más allá a la conducta.

El dolor, la incomodidad o, inclusive, algunas enfermedades tienen la capacidad de desencadenar, en los animales, reacciones agresivas, con el objetivo de evitar o mitigar sensaciones no deseadas. Por lo mismo, el veterinario clínico debe formar parte de la solución. Los animales libres de molestias, incomodidad, dolor y enfermedad difícilmente generan estas conductas hacia sus propietarios u otros animales, a menos de que en su vivencia hayan experimentado alguna situación que se convirtió en detonante, como el miedo constante.

Por lo mismo, garantizar que los animalitos no sientan molestias o estén bajo la influencia de alguna enfermedad, contribuye a que el especialista pueda determinar si efectivamente la mascota presenta algún problema conductual, el cual se modifica por el etólogo, mientras que el veterinario clínico puede enfocar sus habilidades para curar a la mascota y así disminuir los factores de riesgo, que no sólo tienen un alto impacto sobre la mascota, sino también sobre los propietarios y la sociedad que los rodea.