Prevención del suicidio ante una amenaza suicida

Prevención del suicidio ante una amenaza suicida

Algunas personas pueden decir que quieren hacerse daño o matarse, cuando en realidad no es algo que tengan en mente, la expresión es meramente un cliché lingüístico, es decir, en sus grupos sociales es común y se han normalizado expresiones así, como: me quiero morir. Sin embargo, si hablan sobre dicha expresión, pueden ubicar que no se sienten enojados ni tristes, no tienen deseos de morir ni de lastimarse. Todos podemos apoyar a nuestros seres queridos a expresarse con honestidad y sin este tipo de frases. Podemos también ubicar que si las usamos estamos aprendiendo que existen motivos válidos para infringirnos la muerte, que es necesario matarse ante las adversidades, y le restamos importancia al tema de expresar cómo nos sentimos de verdad.

También ocurre que las personas lo dicen cuando están tristes, pero no tienen algún plan. Las frases como: ya estoy harta de todo, quiero desaparecer, me siento rebasado, quisiera matarme y olvidarme de esto, pueden llegarse a utilizar durante el enojo, la tristeza, el miedo, los celos, la confrontación, la frustración, etc. Igual que en el punto anterior, ante la reflexión, las personas ubican que se siente mal y que quisieran resolver algo, que el hartazgo los lleva a pensar en una desaparición real, pero no tienen un plan acerca de cómo desaparecer. En estos casos, como sociedad, hay que promover que se hable de lo que sentimos, que es normal tener miedo, estar enojado, decepcionado, celoso, etc. Lo que hay que normalizar es escuchar las necesidades y optar por opciones que promuevan el bienestar de todos.

Y existe también un nivel más peligroso, cuando la persona dice que se quiere morir y tiene un plan. En este hay tres posibilidades, primero que nos lo comunique parcialmente y nos haga creer que se trata de algo irrelevante y sin importancia; dos, que no nos lo comunique; o tres, que lo diga abiertamente.

Para la segunda posibilidad, podemos sentir que hay algo más de fondo, porque, aunque no hay una comunicación verbal, nos damos cuenta de que la persona se aísla, regala sus cosas favoritas, no muestra entusiasmo por cosas o experiencias que antes le gustaban, o tuvo una pérdida reciente, o podemos sentir que ha cambiado.

En la tercera posibilidad, la persona sabe qué siente, ha pensado cómo puede o no darle miedo dicha situación. Puede haber un discurso que deja ver sus emociones o ser muy indiferente, cualquier posibilidad puede ser peligrosa.

Ante estas situaciones, hay medidas que podemos tomar, por ejemplo, pregúntale si lleva un seguimiento médico o psicológico; en caso de ser así, pídele los datos y dale la información al profesional. Contacta con sus familiares, en caso de que los tenga, dales la información y pídeles apoyo para que la persona acuda a atención médica y psicológica presencial. Si tú eres alguien cercano, brinda apoyo, acompáñale a ubicar opciones de atención. A veces, ante una emergencia, es necesario también acudir a un servicio de urgencias médicas de un hospital, en donde serán valorados y en caso de ser necesario se les internará.

Si la persona presenta una reacción intensa que le pone en riesgo, llama a la autoridad; una patrulla podrá dar apoyo para evitar que se haga daño. El servicio del 911 también valorará si es necesario mandar una ambulancia.

Es importante reconocer que apoyar no significa hacernos cargo. Ubica que las personas, aun cuando son cercanas, necesitan poner sus propios recursos en acción para trabajar sus situaciones emocionales. Tenemos el compromiso de apoyar hasta donde podamos alcanzar sin sentirnos rebasados. Si tienes un ser querido con amenaza suicida, busca tú también el apoyo para saber cómo manejarlo y cómo te impacta a ti.